Táctica y estrategia.

«Mi táctica es

mirarte

aprender cómo sos

quererte como sos.»

 

Mi táctica es

observarte

quedarme en la distancia

y soñar con tu existencia.

Imaginar tus dedos

pasando páginas de libros

doblando esquinas

colocando agujas de vinilo.

 

Mi táctica es

olvidarte

o al menos intentarlo.

Aceptar la derrota prematura

negar oportunidad alguna

besar la lona

sin empezar la pelea

para que no veas

cómo el viento

me tumba al suelo

antes de alcanzarte.

 

Mi táctica es

recibirte entusiasmado

cuando llamas a mi puerta

y hacerme pequeño cuando

yo me dispongo a ello.

Pasar por tu casa

y correr a ocultarme

por miedo a molestarte.

 

Mi táctica es

no ser franco

negar la realidad

y gritar en soledad.

Hacerme el mudo

atarme un nudo

en la garganta

para que nada salga

y no sepas la verdad.

 

«Mi estrategia es

en cambio

más profunda y más

simple.»

 

Mi estrategia es

poco a poco

día a día

comprobar si merezco

tu preciada confianza

acercarme sin osadía

con respeto y cautela.

 

Mi estrategia es

gozarte

disfrutar de tu sonrisa

y esforzarme

por que la repitas.

Escucharte

cuando hablas

de lo que te apasiona

y admirarte

cuando permites

que lo vea en persona.

Compartir experiencias

saborear hasta el último

y más pequeño soplo de viento

que exhales en mi presencia.

 

Mi estrategia es

valorarte como amiga

y aceptar el pacto

de no agresión

si no advierto

un claro acto

que me permita

pasar a la acción.

 

Mi estrategia es

precisamente

la ausencia de toda táctica.

Mi estrategia es

sin más

quererte

y esperar que me devuelvas

la pelota.

 

 

 

Mario, perdóname.

 

Es extraño.

Es extraño.

De repente, parece que el tiempo no ha pasado.

 

Las calles vuelven a estar condenadas al solitario destierro.

La ropa de invierno aparece en tu armario casi sin que te des cuenta. Ahí están las mangas largas, mirándote sin cesar, deseando ser elegidas para cubrir de nuevo tu piel, esperando retomar todas esas historias que aún estaban a medias cuando las guardaste en el cajón, para dar paso así a las mangas cortas.

Los poros de la piel vuelven a abrirse, gritando y casi exigiendo el calor que durante el verano les proporcionó el sol, rompiendo así un silencio que duró meses.

 

Es extraño.

Como cuando limpiando tu habitación, encuentras esa caja donde metiste todos esos cachivaches antiguos que pensabas que ya no te iban a hacer falta; pero que les cogiste el cariño suficiente como para no tirarlos a la basura. Y los vuelves a repartir por los estantes de tu cuarto.

 

Es extraño.

Porque, no piensas que todo lo que estás sintiendo, todo lo que estás recordando, sea malo. Pero tampoco sabes si te hará bien.

De momento sólo sabes que te está haciendo sentir algo, y con eso te vale.

 

Es extraño.

Pero resulta familiar.

 

Quizás, sea lo menos extraño que has sentido en mucho tiempo.

Mátame.

Mátame.

Olvida todo aquello que podríamos haber llegado a hacer juntos.

Que no se te ocurra soñar por ambos sin mi permiso.

Desprecia cualquier ápice de deseo

que te hayan podido anhelar las yemas de mis dedos.

 

Mátame, si es que es necesario.

Destiérrame de tus recuerdos.

Miéntete si algún día el roce del viento

te recuerda a lo que experimentaron nuestros cuerpos.

Ahógame en un mar de pesadillas,

para finalmente enterrarme en la orilla.

 

Mátame, por favor.

Te lo pido a ti, a quien he mirado directamente a los ojos

tan cerca como lo hace una pareja justo antes y justo después de un beso.

Te lo pido a ti, a quien no he podido evitar imaginarme despertando a mi lado

tras soltarte el pelo tan naturalmente mientras te dirigías hacia mi.

Te lo pido a ti, a quien he explorado cada centímetro de piel que me ha sido posible

con la curiosidad y el asombro dignos del más inocente niño pequeño.

Te lo pido a ti, a la persona con la que he viajado más lejos que nunca,

sin desplazarnos más de un par de metros cuadrados.

Te lo pido a ti, a la persona con la que mejor he sabido compenetrarme

y que me ha llevado en volandas hasta el techo de esta pista de baile.

Te lo pido a ti, a esa persona de quien no sabía absolutamente nada,

y que tras tres minutos de canción y de baile compartidos,

aun no sabiendo nada, quiero saberlo todo.

Y es que es acojonante, cómo después de desnudarnos del modo en que lo hemos hecho,

me de vergüenza preguntarte cómo te llamas. Aunque supongo que eso da igual.

 

Por eso mismo, mátame.

No dejemos que esta maravilla se contamine.

Mátame, para que jamás pueda terminar.

 

Solo espero que si algún día nos encontramos,

sepa reconocerte, y me atreva a tenderte la mano.

Marea alta.

Volver al mar.

Observar con las pupilas de los dedos

la cala que forman nuestros deseos,

poco a poco abriéndose paso mar adentro.

 

Fina arena,

que acariciamos con las yemas de los ojos.

Empaparnos los labios de sal, y besarnos,

al ritmo de las olas, que se acercan pidiendo perdón.

 

Banda sonora que nos brinda la brisa.

A la percusión están odiosas gaviotas,

ríen incesantes al poder ser testigos

de tan ridícula declaración de amor.

 

Mofa que no cesa, e incluso se aumenta,

al ver abandonar su caparazón las almejas,

dispuestas a virar todo su barco a babor

y regalar su preciada perla a idealizadas musas.

 

Sin saber que su fatídico final,

sería la más que accidentada paella

de un par de enamorados idiotas,

a los que se les fue la mano con la puta sal.

Poéticamente incorrecto.

Perdóname, pero hoy no vengo a hablar de ti,

tampoco de la lluvia que nos ha mojado en abril,

de que tanta agua nos ha hecho, por fin,

volver a encender nuestro añorado candil.

Perdóname, pero hoy ni tan siquiera vengo a hablarte a ti.

 

Hoy el papel será espejo,

en el que ver el reflejo

de mi vaso medio lleno.

Hoy vengo a mirarme sin miedo,

a gritarme todo lo que tengo

pero dejé enterrado hace tiempo.

Hoy vengo a ser poéticamente incorrecto.

 

A decirme que sé mucho más de lo que pueda aparentar,

que puedo hacer que desaparezca todo lo demás si la saco a bailar,

que a quien me tiene, siempre estaré dispuesto a escuchar,

y que, joder, yo también soy capaz de volar.

Que hay días que me levanto y me veo jodidamente guapo,

que se me da de lujo soñar de madrugada aunque no me entre el sueño,

que me gusta mucho cómo escribo,

y que realmente, creo que me la merezco.

 

Hoy he venido a decirme todo esto,

porque quiero y porque puedo.

Aunque posiblemente mañana todo vuelva a la normalidad

y dé las gracias murmurando cuando alguien me venga a halagar,

o agache la cabeza cuando me miren a los ojos y me digan que soy de verdad.

 

Los cuervos empiezan a cantar,

las campanas vuelven a sonar,

y este será el epitafio bajo el que mi cuerpo yacerá.

Sólo os pido que no me vengáis a rezar.

Falacias.

Miedos que se esconden

tras acciones que no me corresponden.

Memorias que utilizo para empapelar mi piel,

mientras te digo,

mirándote a los ojos,

que ya están más que enterradas en el ayer.

 

Y así es como miento a diario.

Te miento a ti,

y me miento a mí.

Pues siempre llega el reencuentro,

jamás llegan los recuerdos

a estar del todo muertos.

 

Que tengo los bolsillos llenos de pelusas

y me limito a cerrar la cremallera,

en vez de pasar la aspiradora

por las esquinas de mi alma.

Que por mucho que escueza,

tendré que algún día cerrar la herida.

Ya que si no lo haces de esta manera,

el cuerpo no olvida.

[Los 52 golpes] – #Golpe 2 – «Diluvio.»

Querida Lluvia,
cuánto has tardado este año en llegar.
Te he echado de menos,
no te lo voy a negar.

Gracias por venir,
me has hecho recordar que aún el invierno no se acaba.
He de decir
que me daba miedo dejar de sentir
el intenso frío que cala,
sus manos heladas acariciándome el alma.
De esta historia no escribir más,
en cuatro míseras páginas tener que llegar al final.

No quiero que todo esto se acabe,
que llegue el calor a las calles,
marchándose así de los cuerpos,
dejándolos helados y desiertos.

Perdóname Lluvia,
si esta noche no te atiendo.
Excúsame, querido papel,
por hacer que este poema aquí acabe.
Pero hoy me voy con mi tinta a su piel,
he de seguir trazando líneas
entre gloriosas curvas.

Cuentos y patrañas.

Tremendo caos en el que te ves sumida,

no creías que llegaras a sentir esto en vida.

Que mientras estuvieras en pie

todo iría bien.

 

Ahora te das cuenta de que todo es mentira,

de que no todos los laberintos tienen salida,

de que aquellos hermosos cuentos

quizás solo existan en sueños.

 

Como si de un virus se tratara,

la tristeza se propaga.

Araña las paredes de su jaula,

que ahora es tu alma.

 

Más, seguro estoy,

de que pronto el mañana será hoy.

De que alcanzarás la superficie de este profundo mar,

de que todo esto será algún día algo que recordar,

y no por lo que tener que llorar.

[Los 52 golpes] – #Golpe 1 – «Eso somos.»

Vivimos por y para pisar a los demás.
Eso somos.
En eso nos hemos convertido.
En escaladores natos, buscando la cima por encima de todo.
Sin importar a quién dejamos atrás, olvidando quien te ha hecho estar donde estás.

Sin que el pulso tiemble, al machacar un alma inocente.
Arrancarle las alas, robando sus ansias y ganas de volar.
He visto luminosos ojos, olvidados en un indefinido apagón.
Sueños enredados en largos cabellos, desahuciados con despecho.
Labios de ensueño, resquebrajados por el frío de la soledad.
Mapas que decían esconder el mayor de los tesoros bajo tu piel, enterrados bajo una densa capa de polvo.
Pulmones que han olvidado lo que es el aire limpio, por vivir en una tóxica atmósfera.
Corazones rodeados de telarañas, cansados de no poder latir.
He visto verdaderas obras de arte, convertidas en la mayor de las ruinas.

Eso somos.
En eso nos hemos convertido.
En miserables asesinos de nosotros mismos.

 

 

http://www.los52golpes.com/2018/autor/manu-sanchez

Salta.

Un banco rodeado de cristales rotos.

Botellas llenas de sueños, reventadas en el suelo.

Un banco, dos almas, y un poco de magia.

La ciudad se detiene, observa expectante.

Semáforos en rojo.

Domingo, y las tiendas cerradas.

Llega la escena final, y las farolas despiertan.

Ella solo quería volar, dejar de llorar, empezar a soñar.

Despegar sus suelas del suelo.

Llevarse a su casa un cachito de cielo.

Lo que no sabe, es que su casa es el propio cielo.

Que odiosos demonios recortaron sus alas para siempre tenerla a su lado.

Pero que tiene alas.

Y vaya alas.

Llamadme asesino, pero la empujé al vacío.

¿De qué va todo esto, si no de volar todo cuanto podamos?

¿De verdad te vas a conformar con lo que hay aquí abajo?

 

 

A continuación os dejo este mismo texto, pero recitado por un humilde servidor, os aseguro que gana mucho así.

https://www.instagram.com/p/Bdh1kmAgY8h/?hl=es&taken-by=manusc12

Pesadillas camufladas.

Alma pura,

muy poco en ti la sonrisa dura.

A falta de corazas

sonrisas regalas.

 

Te cortaste mil veces,

te quemaste hasta ser cenizas.

Y aún así,

de nuevo a la hoguera acudes,

el cuchillo tomas una vez más.

 

Abre los ojos,

deja que respiren tus poros.

Has de ser tú la que vea

que esto ya no es lo que era,

que esto nunca ha sido lo que querías que fuera.

 

Hazte el favor,

no vuelvas a sangrar,

a entre escombros arder.

Deja de cavar

una tumba en la que sin fuerzas caer.

No.

No esta vez.

Sálvate.

Bailar pisándonos.

Un par de locos

a la vista de todos,

eso somos.

Dos ebrios

que aceptan su condición,

borrachos de pasión.

Dementes,

que hagan lo que hagan,

siempre será con intensidad,

sintiéndolo de verdad.

 

Nadie lo supo ni lo sabe nombrar,

digamos que aceptamos volver a jugar,

y que no se nos da nada mal esto de disfrutar.

 

Porque lo que digan me da igual,

que ellos sigan con sus drogas, con su alcohol,

que cuando yo me quiera embriagar

solo tendré que admirar tus curvas, tu corazón.

 

Y jamás dudaré en sacarte a bailar,

aunque no sea en la pista,

aunque no marquemos los tiempos,

aunque sin parar nos pisemos.

Porque una revolución sin baile, no es una revolución que merezca la pena.